Tras años de peligroso populismo y excentricidades varias, Rishi Sunak —que cumple ahora tres meses en Downing Street— ha traído algo de sosiego a la política británica. Durante todo este tiempo ha optado por mantener un perfil bajo sin crear titulares polémicos sobre cualquier asunto que pueda soliviantar a sus propias filas. Lo que es complicado porque hay tantos grupos enfrentados ya dentro del Partido Conservador que lo convierten en un campo plagado de minas. Sin embargo, ha llegado el momento en el que debe demostrar qué tipo de primer ministro es realmente y, ante todo, qué clase de relación quiere que el Reino Unido tenga con la UE.
¿Pragmático o ideólogo de derecha? ¿Conciliador o confrontador? ¿Fuerte o débil? Las dudas van a disiparse ahora con las negociaciones del Protocolo de Irlanda del Norte. Por primera vez desde que los británicos abandonaran oficialmente el bloque en enero de 2020, existe optimismo para que Londres y Bruselas zanjen la polémica respecto a la pieza clave del acuerdo de divorcio, que obliga a realizar nuevos controles aduaneros en la provincia británica.
Celia Maza. Londres
Ambas partes han entrado en lo que se conoce como la ‘fase túnel’, en la que se encierran sin filtrar detalles con el objetivo de conseguir la esperada fumata blanca. Pero, pese al optimismo, está por ver si Sunak es capaz de enfrentarse al ala dura de su formación —con todo lo que eso supondría para su débil liderazgo— para conseguir obrar el ‘milagro’.
La frontera entre la República de Irlanda (miembro de la UE) y la provincia británica de Irlanda del Norte fue el principal desafío de las arduas e interminables negociaciones del Brexit. Por una parte, había que respetar el Acuerdo de Viernes Santo de 1998 que selló la paz entre católicos y protestantes y que determina que no puede haber frontera dura. Pero, por otra, había que proteger al mercado único.
EFE
Tras los frustrados intentos de Theresa May de mantener al Reino Unido dentro de la unión aduanera, Boris Johnson apostó por una medida más controvertida. El ‘Mesías’ de la causa euroescéptica decidió ‘mover’ la frontera al mar de Irlanda, pero eso deja a la provincia británica de Irlanda del Norte con un estatus distinto al del resto de Reino Unido, que obliga a realizar controles a los bienes que llegan desde Gran Bretaña (Escocia, Inglaterra, Gales).
La ‘ambición rubia’ era consciente de todo lo que eso conllevaba políticamente. Pero su único objetivo era poder ejecutar el Brexit para ganar luego las elecciones generales. Y eso es lo que ocurrió. Aunque nunca tuvo intención de cumplir luego lo pactado.
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El Protocolo de Irlanda nunca se ha llegado a implementar en su totalidad. Durante todo este tiempo, el ala dura del Partido Conservador y los unionistas norirlandeses del DUP han tratado de reescribirlo asegurando que no funciona. Las tensiones entre Londres y Bruselas llegaron a su clímax cuando Johnson llegó a amenazar con romper unilateralmente el tratado internacional. Pero con Sunak —que a pesar de ser un euroescéptico convencido es un político pragmático— las cosas han cambiado considerablemente.
Londres y Bruselas cerraban a principios de este año un acuerdo respecto al acceso de la UE a los sistemas digitales británicos de información aduanera, lo que supone un gran avance en las actuales negociaciones. La UE llevaba exigiendo durante todo este tiempo acceso directo y sin dilación a la información aduanera de todos los productos que viajan desde Gran Bretaña a Irlanda del Norte. Boris Johnson y la fugaz Liz Truss se resistían a imponer la necesidad de declaración de aduanas y de controles fitosanitarios a las empresas que movían su mercancía entre ambas islas. Pero Sunak parece decidido a encontrar una solución al conflicto.
Nacho Alarcón. Bruselas
A diferencia de las dudas que siempre despertó la ‘ambición rubia’, la UE parece fiarse ahora de la buena fe del nuevo inquilino de Downing Street. En son de paz, el primer ministro de la República de Irlanda, Leo Varadkar, afirmaba recientemente que todas las partes «habían cometido errores», reconocía que la interpretación de la aplicación del protocolo había sido «quizá demasiado estricto» y se mostraba abierto a un «margen para la flexibilidad y cambios». Lo que supone toda una declaración de intenciones.
Las bases, por tanto, para relajar los controles fronterizos parece que ya se han conseguido. Pero lamentablemente esta es solo la parte fácil. El gran problema de fondo sigue siendo la cuestión de la soberanía. Y aquí es donde Sunak se la juega.
Dejar a Irlanda del Norte dentro del mercado único y la unión aduanera supone que la provincia está ahora en la órbita regulatoria de Bruselas con el Tribunal de Justicia de la Unión Europea como árbitro final para los asuntos relacionados con el IVA, comercio y las ayudas estatales. Y esto es algo que tanto los norirlandeses unionistas del DUP como los ‘tories’ del núcleo duro se niegan a aceptar.
Entre las medidas que baraja la prensa a fin de encontrar un punto de consenso está la creación de un panel de arbitraje comercial para resolver disputas, reduciendo el estatus del Tribunal de Justicia de la UE para que tenga la última palabra, sin estar involucrado desde el principio. En cualquier caso, Irlanda del Norte seguiría con un estatus diferente al del resto del Reino Unido. Y esta es la realidad que los euroescépticos y el DUP deben asumir.
Los unionistas norirlandeses se niegan a aceptar ahora las consecuencias de un Brexit que en su día defendieron con tanta pasión. Temen que el hecho de que Belfast esté ahora más alineado con la normativa de Dublín que con la de Londres aumente las posibilidades de que se celebre un referéndum de reunificación de la isla de Irlanda. De ahí su negativa a formar ahora gobierno de coalición en Stormont.
Los nacionalistas del Sinn Fein hicieron historia el pasado mes de mayo al convertirse, por primera vez, en el partido más votado en Irlanda del Norte. El Acuerdo de Viernes Santo obliga a católicos y protestantes a gobernar en coalición. Pero el DUP se niega a mover ficha hasta que no se cambie el protocolo, por lo que la política norirlandesa lleva meses paralizada.
Celia Maza. Londres
Este jueves se cumplía el plazo para que las formaciones de Stormont llegaran a un acuerdo. Pero, ante la falta de avances, Londres debe decidir ahora si amplía de nuevo el calendario o convoca nuevos comicios ‘autonómicos’.
En abril se cumple el 25 aniversario del pacto que selló la paz entre católicos y protestantes. Estados Unidos —donde hay un gran lobby irlandés— estuvo muy implicado en estas negociaciones, por lo que no se descarta que Joe Biden acuda a la ceremonia. Aunque los festejos podrían quedar completamente arruinados si Belfast sigue sin Ejecutivo.
Sunak asume que el apoyo del DUP a un eventual acuerdo entre Londres y Bruselas es difícil de conseguir. Pero, ¿y él, y sus propias filas? La semana pasada, Boris Johnson usó su discurso en el Carlton Club, donde acudió a la presentación de un retrato de sí mismo, para recalcar que «el Partido Conservador cree en la unión con Irlanda del Norte y aprobará las leyes necesarias para proteger la integridad económica del Reino Unido». En definitiva, un recuerdo a Sunak —sin acritud— sobre el proyecto de ley que quería implantar para violar unilateralmente lo pactado con Bruselas.
Hay muchos conservadores del ala dura que apoyan a ‘la ambición rubia’. Por lo tanto, Sunak —que está en Downing Street por elección de sus filas, no por la del electorado— se encuentra en una posición más que delicada. Aunque llegue a alcanzar ahora un nuevo pacto con la UE, nada está garantizado. La batalla final la tiene que lidiar en casa. En el Brexit, cambian los personajes, pero la trama final siempre es la misma.
Tras años de peligroso populismo y excentricidades varias, Rishi Sunak —que cumple ahora tres meses en Downing Street— ha traído algo de sosiego a la política británica. Durante todo este tiempo ha optado por mantener un perfil bajo sin crear titulares polémicos sobre cualquier asunto que pueda soliviantar a sus propias filas. Lo que es complicado porque hay tantos grupos enfrentados ya dentro del Partido Conservador que lo convierten en un campo plagado de minas. Sin embargo, ha llegado el momento en el que debe demostrar qué tipo de primer ministro es realmente y, ante todo, qué clase de relación quiere que el Reino Unido tenga con la UE.